El entrenador del Sevilla FC, Joaquín Caparrós, con 500 partidos en primera división, en una entrevista con el abc suelta perlas como siempre
—Empecemos por lo último, la victoria en Cornellá ha sido un soplo de aire fresco para todos, ¿no?
—La mejor vitamina que hay en el fútbol son los triunfos. Después de una racha negativa, sobretodo fuera de casa, romperla ha venido muy bien en una semana muy complicada, con la eliminación en Europa, el cese del entrenador… Todo fue muy rápido y era muy importante el resultado, poner en valor a la plantilla.
—En lo personal, 500 partidos en Primera división. Se dice pronto.
—Se le suele dar más importancia después, cuando lo piensas te das cuenta de que detrás hay muchísimos años, muchos equipos y mucha gente. Mi agradecimiento a todos ellos. Es un número muy importante y toda una satisfacción.
—Más aún teniéndoselo que trabajar desde lo más bajo.
—Siempre he tenido que ganarme la credibilidad. Año a año. Decían «sí, es bueno para esta categoría, pero a ver en la siguiente». Los entrenadores tenemos que confiar en nuestros conocimientos y formación y dependemos de los futbolistas, porque el juego al final es de ellos, son los que deciden.
—¿Para el que no fue futbolista de élite todo le es más difícil?
—Depende. A corto plazo puede ser que sí. Pero a largo plazo el jugador lo que quiere es ganar, crecer. Tienes que ganarte la credibilidad día a día, si no ganas, esa credibilidad se pierde. Uno tiene que mirar los objetivos a corto plazo. Si piensas más allá, te pierdes.
—Esa credibilidad se gana llevando tu idea allá por donde vas, o…
—Ganando (sin dejar terminar la pregunta). Si tienes una idea y se plasma en el equipo, y vas ganando, se multiplica esa credibilidad. Pero al final en la alta competición, si quieres crecer, hay que ganar, es la única forma de lograr objetivos. Sólo se logra ganando. Los futbolistas lo que quieren, por encima de todo, es que ellos crezcan, y eso se logra jugando en Europa. Estando en el escaparate.
—¿Cómo se encontró el vestuario cuando llegó?
—Estaba triste. Todos nos necesitamos en este equipo, los jugadores y el entrenador. Así lograremos los mejores resultados, tenemos un fin que tienen también otros equipos.
—¿Caer ante el Slavia es un fracaso?
—Es una desilusión tremenda, es nuestra competición. Aspirábamos a seguir, somos un equipo de una cultura de jugar miércoles-domingo, y eso hay que alargarlo lo más lejos posible.
—¿La destitución de Machín fue un fracaso personal para usted?
—Totalmente, fue una desilusión. No con él, sino personal, porque cuesta mucho echar a un entrenador porque yo lo soy, siempre lo seré, y fue doloroso.
—¿Y la única opción era hacerse cargo usted?
—Cuando el club quiso cambiar de técnico le ofrecimos un informe con tres entrenadores que cumplían con el perfil que buscábamos, se lo dimos al Comité Ejecutivo, lo analizaron y ellos pensaron en mí. Y yo al Sevilla no le puedo decir que no, como si me hubieran dicho cualquier otro cargo.
—Estaría deseando ponerse el chándal.
—Este año no. Desconecto muy pronto en mi vida. Si digo «hago esto», me olvido del resto.