La posible integración de la vicepresidenta en las listas socialistas genera controversia
Los pasillos de La Moncloa arden con una posibilidad que, hasta hace poco, parecía impensable: la incorporación de Yolanda Díaz en las listas del PSOE para las próximas elecciones generales. Fuentes próximas al Ejecutivo confirman que el movimiento está sobre la mesa, en un intento de reabsorber el espacio político que deja el naufragio de Sumar. Sin embargo, la operación despierta más dudas que certezas.
La vicepresidenta segunda del Gobierno se encontraría en una encrucijada política y personal tras la crisis de su proyecto. Sumar no ha logrado consolidarse como alternativa estable a la izquierda del PSOE, y el desgaste interno y externo parece irreversible. En ese contexto, su eventual salto al Partido Socialista aparece como una salida funcional para ambas partes, al menos en teoría.

Un movimiento arriesgado y difícil de encajar
El problema está en el coste político y simbólico. Para muchos votantes socialistas, Yolanda Díaz no es vista como propia, sino como una figura externa, asociada a otros ciclos y otras lealtades. Por otro lado, el votante de Sumar, más crítico con las políticas del PSOE, difícilmente validaría una integración tan directa en la maquinaria del partido.
En términos estratégicos, algunos lo definen como un “lose-lose”: el PSOE podría perder votos por un lado sin ganarlos por el otro, mientras Díaz quedaría marcada como una figura amortizada, más útil para pagar favores que para construir poder real.
Algunos analistas ven en este posible fichaje una compensación silenciosa por su papel en la dilución de Podemos y el apuntalamiento de una izquierda más controlable para el sanchismo. A nivel interno, no sería la primera vez que Yolanda Díaz deja atrás a quienes la auparon: el historial de rupturas estratégicas la precede.
Sea como sea, el escenario está abierto. Y en política, como en el ajedrez, las piezas se mueven por necesidad antes que por lealtad.