Desde que Iñaki Urdangarin inició su relación con Ainhoa Armentia, su vínculo con su hija Irene ha pasado por momentos de tensión. La joven, en un principio, rechazó la nueva pareja de su padre, lo que generó un distanciamiento que aún deja secuelas
La relación entre Iñaki Urdangarin y su hija Irene sigue marcada por la desconfianza. Desde que el exduque de Palma inició su romance con Ainhoa Armentia, el vínculo con su hija menor ha sido complicado. En un primer momento, la joven rechazó la nueva relación de su padre, lo que generó un distanciamiento entre ambos. Aunque el tiempo ha permitido cierta convivencia, las heridas del pasado aún no han cicatrizado por completo, según fuentes cercanas a la familia.
El malestar de Irene no se originó únicamente por el divorcio de sus padres, sino por la forma en que este se desarrolló. “Siente que su padre ha priorizado su vida personal sin considerar las emociones de sus hijos”, aseguraron allegados a la familia en declaraciones a Monarquía Confidencial. El quiebre fue evidente en varios momentos, incluyendo una fuerte discusión que llevó a un período de frialdad entre ambos. “No entiende muchas de sus decisiones y eso ha afectado su relación”, explicaron.

Un proceso de adaptación complicado
El entorno de Urdangarin ha insistido en que la relación con sus hijos sigue en proceso de reconstrucción. Aunque Ainhoa Armentia se ha integrado de forma progresiva, el vínculo familiar sigue siendo frágil. Irene, que ha sido testigo del sufrimiento de su madre, ha necesitado tiempo para procesar los cambios en su entorno.
A pesar de los esfuerzos, el acercamiento entre padre e hija no ha sido sencillo. “Han pasado momentos difíciles y ambos han sufrido”, comentan fuentes cercanas. La adolescencia de Irene y la exposición mediática del caso han complicado aún más la reconciliación. La joven, según sus allegados, está en una etapa en la que intenta encontrar su propio espacio y entender la nueva dinámica familiar.
La aceptación de una nueva realidad
El paso del tiempo ha permitido que Irene comience a aceptar la nueva etapa en la vida de su padre, aunque sin una cercanía absoluta. La relación con Armentia ha pasado de la indiferencia a la tolerancia, pero sin alcanzar una conexión profunda. El entorno de la familia real asegura que Irene ha aprendido a separar la relación de sus padres de la que ella mantiene con su progenitor. “Sabe que su madre y su padre tienen caminos distintos, pero eso no significa que todo esté olvidado”, aseguran desde su círculo más íntimo.
Aunque el distanciamiento aún persiste, la posibilidad de reconstruir el lazo familiar sigue abierta. Por su parte, Urdangarin ha mostrado disposición para recuperar la cercanía con su hija. Si bien el vínculo no es el mismo de antes, ambos parecen estar encontrando una manera de convivir sin rencores.