Una película que desafía mitos y explora el fracaso del individualismo
The Brutalist, dirigida por Brady Corbet, nos sumerge en la historia ficticia de Lászlo Tóth, un arquitecto húngaro y refugiado judío que emigra a los Estados Unidos en busca de una nueva vida. Pero este relato dista mucho de las típicas narrativas de éxito. En lugar de glorificar el sueño americano, la película lo desarma con crudeza, mostrando cómo los ideales de individualismo y capitalismo fallan en su promesa de grandeza.
Con un monumental Adrien Brody como protagonista, cada expresión y movimiento reflejan el peso de una vida marcada por la desilusión. Su interpretación, digna de reconocimiento en los Premios Óscar, se complementa con las brillantes actuaciones de Guy Pearce y Felicity Jones, quienes aportan matices emocionales que enriquecen esta desgarradora epopeya.
Un formato audaz que rompe con las reglas del cine comercial
La película se atreve con una duración de 3 horas y 35 minutos, dividida en una obertura, dos capítulos marcadamente distintos y un epílogo, además de incluir una pausa intermedia de 15 minutos. Este formato, poco común, refuerza su carácter introspectivo y desafiante.
Desde la primera escena, The Brutalist deja claro su tono provocador: una toma claustrofóbica en un barco, donde la Estatua de la Libertad aparece al revés, simbolizando el choque entre el mito americano y la cruda realidad que viven los inmigrantes. Este arranque recuerda a América, América (Elia Kazan, 1963), pero con un enfoque más sombrío.
Reflexiones sobre “El Manantial” y la lucha contra el sistema
La narrativa de la película conecta inevitablemente con El Manantial (1949), pero mientras Howard Roark, el personaje de Gary Cooper, representa la lucha heroica e inquebrantable, Lászlo Tóth se resigna al sistema, enfrentando una opresión que lo aplasta. En esta reinterpretación del espíritu rayndiano, Lászlo simboliza la resistencia cotidiana y silenciosa de quienes no tienen lugar en el sueño americano.
El papel de Felicity Jones, como la esposa de Lászlo, se aleja de las idealizaciones. Su personaje busca algo más humano y tangible, aportando una visión íntima que contrasta con los mitos del heroísmo grandilocuente.
Momentos que dejan huella
Aunque el segundo capítulo de la película no mantiene el ritmo perfecto del primero, regala escenas memorables. Entre ellas, un encuentro en una estación de tren cargado de emoción y una secuencia en una cantera de mármol que remite a El Manantial, pero desde una perspectiva oscura y nihilista.
Una obra cinematográfica devastadora y esencial
The Brutalist no es simplemente una película: es una experiencia que desafía las convenciones del cine contemporáneo. Con un enfoque audaz y actuaciones memorables, destruye los mitos del individualismo y revela la verdadera cara de un sueño americano inalcanzable para muchos.
Demencial, conmovedora y necesaria, esta epopeya cinematográfica quedará como un referente del cine que invita a reflexionar profundamente sobre la humanidad y los sistemas que moldean nuestras vidas.