Borja Sémper habla en euskera en el Congreso, contradiciendo su reciente rechazo a usar lenguas cooficiales.
La política en España es, sin lugar a dudas, un espacio donde los giros inesperados se convierten en rutina. En el epicentro de esta intriga política encontramos a Borja Sémper, quien, en un cambio sorprendente, eligió expresarse en euskera en el Congreso. Todo esto a pesar de que, hace apenas 24 horas, afirmaba con vehemencia su rechazo al uso de lenguas cooficiales en el mismo recinto.
Más allá de su discurso previo, Sémper señaló que el multilingüismo, más que un beneficio cultural, se convierte en una herramienta al servicio de agendas políticas. Específicamente, indicó que estas lenguas beneficiaban principalmente al Presidente Pedro Sánchez.
Hipocresía o estrategia política
Sin embargo, su acto dejó entrever que su resistencia inicial podría haber tenido matices de estrategia política. Por otro lado, no fue sorpresa que la formación de Vox mostrase su desacuerdo con un acto simbólico de abandonar el hemiciclo, fortaleciendo la percepción de un Congreso dividido en lo lingüístico.
El debate lingüístico que Borja Sémper desató va más allá de la simple elección de un idioma. Sus comentarios apuntaron hacia una crítica dirigida a los independentistas, quienes, según Sémper, habían forzado la necesidad de traducciones en la Unión Europea. Aunque el PP respaldó a Sémper, las críticas desde diferentes sectores políticos no se hicieron esperar.
Las implicaciones políticas y sociales
Las respuestas al discurso de Sémper fueron variadas y, en muchos casos, incendiarias. Mientras que Aitor Esteban del PNV veía la intervención como una tomadura de pelo, figuras de Podemos no dudaron en cuestionar la postura de Sémper. El incidente refleja una España dividida, no solo en términos políticos sino también lingüísticos.
En definitiva, la diversidad lingüística de España se convierte, una vez más, en el centro de un debate complejo, donde la unidad y la pluralidad se enfrentan. Aunque este episodio con Sémper puede considerarse un capítulo más en la larga historia de España, también es un recordatorio de las profundas divisiones que aún existen en el país.
