Mientras el veterano técnico asume el reto de apagar un nuevo incendio en Nervión, desde la directiva ya se dibuja el nombre del relevo: José Bordalás
El Sevilla FC ha decidido mover ficha con determinación en plena recta final del campeonato. La destitución de García Pimienta era un clamor y su salida solo confirma el error de haber apostado por un perfil sin rodaje real en la élite. Con el regreso de Joaquín Caparrós, la entidad andaluza intenta reconectar con su esencia más competitiva y garantizar un cierre de temporada sin más sobresaltos.
Caparrós no llega por romanticismo, sino por lógica. Nervión necesitaba una figura de autoridad, alguien que supiera interpretar el sentir de la grada y gestionar el vestuario con experiencia. Su papel es claro, ejercer de cortafuegos y contener un incendio que lleva meses extendiéndose por toda la estructura del club. La afición respira, pero no olvida que lo que viene después será aún más importante.

El relevo natural se llama Bordalás
Mientras Caparrós trata de enderezar el rumbo, los focos del Ramón Sánchez-Pizjuán se desvían hacia un nombre que despierta consenso dentro del consejo, José Bordalás. Su estilo aguerrido, directo y poco dado a florituras representa justo lo que necesita este Sevilla FC de plantilla limitada y urgencias constantes. El alicantino no es un técnico de laboratorio, sino de barro y resultados.
Rechazado anteriormente por Víctor Orta por motivos estilísticos, Bordalás emerge ahora como la única vía realista para el curso 25/26. Su método es incómodo para los puristas, pero eficaz como pocos. Con él, el equipo volvería a morder, a competir, a ser temido. Justo lo que reclama una afición que no soporta otro año de naufragio ni decisiones técnicas sin pies ni cabeza.
El futuro deportivo pasa por decisiones firmes
A día de hoy, la continuidad de Orta está en el aire. Sus apuestas como la de Pimienta han sido más ideológicas que prácticas. Y los resultados lo reflejan. Si finalmente se confirma su salida, el camino hacia Bordalás quedaría despejado. Lo que está claro es que el Sevilla no puede seguir improvisando. Toca construir desde la tierra, no desde los discursos vacíos.
Si hay un entrenador capaz de sacar petróleo de un equipo sin brillo es él. Bordalás entiende el contexto, domina la gestión de vestuario y sabe cómo exprimir a los suyos. En definitiva, es la herramienta ideal para devolver al Sevilla FC al terreno donde mejor sabe moverse: el del esfuerzo, la presión alta y el respeto ganado a pulso.