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La Real no perdona a Joseba Etxeberria

La Real no perdona a Joseba Etxeberria. Casi tres décadas después de su sonado fichaje por el Athletic Club, el nombre de Etxeberria sigue levantando ampollas entre parte de la afición txuri-urdin

Joseba Etxeberria tenía apenas 17 años cuando dio el salto más polémico de su carrera, dejar la camiseta de la Real Sociedad para fichar por el eterno rival, el Athletic Club, a cambio de 500 millones de pesetas. Aquel movimiento, que sacudió los cimientos del fútbol vasco en 1995, no solo alteró el mapa deportivo de la época, sino que sembró una fractura emocional en su entorno más cercano que, tres décadas después, sigue sin cerrarse.

Su hermana, Betsabe Etxeberria, rompió el silencio en el programa El Madrugador de Radio Nervión. Sus palabras no dejan espacio para dudas, el dolor persiste. “No sé si cambiaría el dinero que entró por el sufrimiento que nos provocó el cambio”, confesó. Sus palabras exponen la dimensión emocional del traspaso, que traspasó los límites del fútbol y se convirtió en un drama familiar de largo recorrido.

Joseba Etxeberria
El fichaje que partió en dos al fútbol vasco

Insultos, amenazas y una familia atrapada en el odio

Lejos de ser una simple decisión deportiva, el fichaje provocó un vendaval de críticas. La familia Etxeberria, residente en Mutriku, vivió semanas de auténtica pesadilla, insultos, amenazas y hasta la necesidad de desconectar el teléfono. “Tuvimos que cortar el teléfono de Mutriku”, recuerda Betsabe. El rechazo se instaló como una sombra en cada visita a Donostia, donde el rencor de parte de la afición txuri-urdin sigue muy presente.

Incluso, treinta años después, el rechazo sigue. “A mi hermano le adoran en todas partes, pero en Donosti le odian. A mi padre le han seguido insultando hasta hace poco”, añade con crudeza. Esta situación ha generado una tensión emocional permanente, donde incluso los momentos familiares se ven empañados por el estigma del pasado.

Una rivalidad que trasciende la cancha

Para Betsabe, el relato de buena sintonía entre aficiones es pura fachada. Su testimonio enciende las alarmas sobre una rivalidad mal gestionada emocionalmente. “La última vez que mi madre fue a Anoeta, todo el estadio coreaba insultos. Yo estaba ahí, y no lo puedo consentir”, declaró visiblemente afectada.

Este caso recuerda que el fútbol también golpea fuera del campo. Que las decisiones que parecen profesionales pueden tener consecuencias íntimas, duraderas y, en muchos casos, irreparables. Porque, como sentencia Betsabe. “Que hablen de alguien a quien tú quieres… pues te jode y te duele”.

Imanol Alguacil