Charlie Patiño representa una de las incógnitas más llamativas del Deportivo esta temporada. Llegó como una promesa internacional, con formación en el Arsenal y experiencia en el fútbol inglés, pero su papel en el equipo de Óscar Gilsanz ha sido prácticamente invisible
Charlie Patiño llegó a A Coruña como un fichaje estratégico, con la intención de sumar calidad y talento al centro del campo del Deportivo. Su nombre no era nuevo para los seguidores del fútbol inglés, formado en la cantera del Arsenal y con recorrido como capitán en las categorías inferiores de Inglaterra, el joven nacido en Watford arrastraba un cartel que lo señalaba como una de las grandes joyas del fútbol británico. Sin embargo, lo que parecía el inicio de una historia emocionante se ha ido transformando en una incómoda espera sin minutos, ni protagonismo.
A pesar de ser presentado como uno de los proyectos más ilusionantes de la temporada, el centrocampista de 21 años no ha debutado aún en Riazor, donde tantas veces se sentó de pequeño junto a su padre para ver al Dépor. Tras 31 jornadas disputadas, sigue sin pisar el césped como local. Su presencia ha sido testimonial. Apenas tres apariciones en Segunda División y una única titularidad en la Copa del Rey, en la eliminación frente al Ourense. Desde entonces, el silencio. Ni las bajas, ni los cambios de contexto han modificado la postura de Óscar Gilsanz, que no le ha vuelto a dar una oportunidad.

Un desplome que va más allá de lo económico
Cuando Patiño firmó con el Deportivo, su valor de mercado rondaba los nueve millones de euros, reflejo de su potencial y de sus destacadas cesiones en Blackpool y Swansea. Medio año después, esa cifra se ha reducido drásticamente a solo dos millones. Pero más allá de lo económico, la caída tiene que ver con su pérdida de visibilidad, con la falta de confianza desde el banquillo y con la imposibilidad de mostrar lo que sabe hacer.
Jugadores como Yeremay, Mario Soriano y Mella ocupan de forma habitual las posiciones ofensivas que podrían adaptarse al perfil de Patiño. Incluso futbolistas como Hugo Rama o Mfulu le han adelantado en la rotación, como se vio en el reciente empate ante el Castellón, donde el técnico ni siquiera agotó los cambios. Gilsanz no ha contado con él ni como revulsivo, en un partido abierto que pedía soluciones creativas.
Entre recuerdos y promesas incumplidas
Charlie no solo arrastraba su apellido gallego y una historia familiar que conectaba con Riazor. Traía también ilusión, hambre y el deseo de encontrar en Galicia su consolidación profesional. Hoy, en cambio, su papel se limita a ser un espectador más. El futbolista que un día soñó con jugar en el estadio que lo vio crecer desde la grada sigue esperando su momento, como si el círculo aún no pudiera cerrarse.
Aunque no ha perdido la fe, el tiempo corre. Lo que era una apuesta de presente empieza a desdibujarse como una oportunidad desperdiciada. Y en medio de una temporada con altibajos, cuesta entender por qué uno de los talentos más finos de su generación aún no ha encontrado espacio en un Deportivo que necesita soluciones y no se permite lujo alguno.