Erich Mielke tenía una obsesión: el mejor equipo de fútbol de la República Democrática Alemana (RDA) debería estar situado en Berlín. Para ello, el jefe de la Stasi, realizó todo tipo de tretas e injerencias, como descapitalizar al Dinamo de Dresde, el mejor equipo de la Alemania comunista. Hasta que su Dinamo no fuera claro dominador de la parte Este del Telón de Acero, no paró. También aprovechó el fútbol para conformar una temible red de espías y evitar la fuga de varios deportistas al otro lado del Muro. El caso más dramático fue el de Lutz Eigendorf, que fue asesinado cuatro años después de haberse escapado.