El Atlético ganó de la única forma que podía hacerlo, con la fortuna de su parte, una concentración al límite, el umbral de agresividad alto, un portero decisivo bajo su arco y mucho acierto: en tres ocasiones claras, dos goles. Sólo de esa forma es posible derrotar a un equipo superior. El Madrid perdió porque, en su nivel, no alcanzó los mismos porcentajes, y eso se debe a una mentalidad frágil, todo lo contrario de su renacido rival, que en lugar de permitirle adaptarse bien a los momentos de adversidad, lo lleva a desquiciarse. Es la consecuencia de haber hecho de la tensión el principal eje del método. En realidad, el Madrid pierde como pierde Mourinho: contra todos, que es la forma más clara de hacerlo contra sí mismo.Expulsado el entrenador y expulsado Cristiano, con el descartado Pepe a punto de llegar a las manos y el ínclito Karanka, un buen entrenador de juveniles, como el peor sucedáneo de Mou, este ciclo acaba, seguramente, con una imagen deplorable del Madrid, a la que no es en absoluta ajena la responsablidad de la institución, para la que cualquier fin justificaba los medios si ese fin era la Decima. Es curioso, pero esa palabra empieza a ser una "urgencia histórica", expresión que acuñó Valdano con mucho acierto para el Barcelona, cuando en realidad habría que preguntarse si lo es para un club con nueve Copas de Europa o lo es para un presidente que, en dos etapas, no ha sido capaz de emular el legado de Vicente del Bosque. Una Liga, una Copa y una Supercopa, el botín de la era Mou, no justifican, desde luego, semejante paseo por el desfiladero.Cristiano, después de una gran temporada, dejó el campo taciturno, casi sin protestas ya en el momento de ver la roja por la agresión a Gabi, que podría haber sido expulsado antes, en mi opinión. En ese instante, posiblemente estaba ya más disgustado consigo mismo que con todo lo demás que había sucedido en el partido. Otro año que se le escapa el trono. En sus cuatro cursos en el Madrid, los mismos en los que Messi ha levantado el Balón de Oro, ha ganado lo mismo que su entrenador, y eso es mortificante para un futbolista que no se entiende a sí mismo sin los títulos, no se gusta. Quien piense que sus decisiones, su futuro, pueden tener que ver sólo con el dinero, realmente no entiende nada. Por eso corresponde al club ahora encontrar un nuevo proyecto que para Cristiano sea una posibilidad real de llegar adonde quiere. Con independencia de su responsabilidad, de sus explosiones, al final ha sido víctima de la misma dinámica. El ego no es un problema, es hasta necesario para situarse en un gran escenario. Lo importante es quién y cómo se gestiona.Esos personalismos habían destruido durante años al Atlético, el primero el de Jesús Gil. Este título no quiere decir que hayan desaparecido, simplemente ha encontrado un anticuerpo que ha conseguido aislarlos. Veremos durante cuánto tiempo. Ese anticuerpo es Simeone, un entrenador que conoce el club por dentro, que sabe dónde están los males y también cómo superarlos. Una de las cosas que hizo al llegar al Atlético fue reunir a ex jugadores del doblete, como en una especie de senado, para conocer su parecer sobre algunas cuestiones. Entre su imagen de jugador pendenciero, canchero y agresivo, y la de un entrenador que mide sus discursos, es evidente que se ha producido un cambio. Porporcionalmente es el mismo que tiene que dar este club, y que de momento ha empezado por el vestuario. Ha ganado Europa League, Supercopa de Europa y Copa frente a equipos favoritos, incluso el Athletic lo era antes de su duelo, la pasada temporada.En el caso del Atlético, lo ideal sería que la reconstrucción prosiguiera de abajo a arriba, donde el matrimonio de conveniencia entre el heredero de los Gil y Enrique Cerezo ha sido siempre fuente de malentendidos. El primero nunca podrá evitar que sobre su figura recaiga la duda de la legitimidad por la forma en la que su padre se hizo con la propiedad del club. Por ello, es más necesaria la figura de Cerezo, el rostro institucional. Una dualidad que sólo es posible interpretar como parte de una unidad, y hasta ahora no siempre ha sido así. Debido a su gran deuda con la administración, que ya ha empezado a saldar, más que retener a sus estrellas a cualquier precio, al Atlético le conviene conservar sus constantes. Sin éstas, las primeras no sirven para nada.Los problemas del Madrid no son económicos. Pese a su deuda, su dimensión global le permite gozar de buena salud económica, algo que no va a alterar Javier Tebas, todo lo contrario. Sus problemas son deportivos e institucionales. Los primeros exigen decisiones acertadas y firmes; los segundos precisan debate, algo difícil sin abrir las ventanas y con el blindaje que hace prácticamente imposible llevar ese debate a una escena electoral. La afición, durante mucho tiempo fragmentada, lo necesitaría y lo merece, después de haber estado con el equipo cuando la necesitaba, ante el Borussia Dortmund y en la final. Las catársis de verdad empiezan después de decirse, unos a otros, todo lo que haya que decirse.Todo lo que le ha pasado al Madrid en terminos de inestabilidad no es culpa de Mou, con sus virtudes en la dirección técnica, aunque ahora sea difícil reivindicarlas, sino de un club que no ha sabido delimitar los espacios, y eso ha acabado por hacerlos peores a todos, jugadores, técnico y presidente. Sin cotas es fácil perder el equilibrio, y sin equilibrio se pierde algo más que partidos y que títulos.ORFEO SUAREZ / elmundo.es