Jeanie Buss no heredó los Lakers, los conquistó. En un entorno marcado por el machismo y las disputas familiares, su ascenso no fue un privilegio, sino una batalla
Jeanie Buss no llegó a la cima por ser “la hija de”. Ganó su sitio en una estructura que no estaba diseñada para ella. En un mundo de hombres, donde las decisiones se reparten en despachos llenos de egos y tradición, se abrió paso con inteligencia, carácter y determinación. Mientras muchos la veían como una figura decorativa, ella se preparaba en silencio para liderar la franquicia más icónica de la NBA.
Creció entre bastidores, viendo cómo su padre, Jerry Buss, construía el imperio de los Lakers desde la pasión por el espectáculo y el negocio. Desde muy joven, Jeanie absorbía lo que otros ignoraban, contratos, egos, presiones y estrellas. Sin embargo, en ese universo, su apellido no bastaba. Su padre le ofreció retos menores para probar su valía, ligas pequeñas, equipos de tenis y hockey. Y Jeanie no falló. Convirtió esas pruebas en éxitos empresariales y demostró que no necesitaba favoritismos.

cuando el apellido no garantiza el poder
La muerte de Jerry Buss en 2013 marcó un antes y un después. En lugar de heredar automáticamente el control, Jeanie fue apartada por su hermano Jim, quien asumió las decisiones deportivas. A pesar de ser la más capacitada, tuvo que ver cómo la dirección del club caía en manos de quien no había recorrido su mismo camino.
Durante años, los resultados no acompañaron a los Lakers. Y mientras el equipo caía en la tabla, Jeanie decidía su jugada más valiente, llevar a sus hermanos a juicio para disputar el control total de la franquicia. Fue una maniobra sin precedentes, un enfrentamiento familiar que reflejaba algo más profundo. La lucha de una mujer por ocupar el lugar que merecía en una industria dominada por hombres.
La era de Jeanie: una victoria mucho más allá del baloncesto
Tras obtener el control, no perdió el tiempo. En 2018, viajó personalmente a reunirse con LeBron James y le mostró su visión de un nuevo ciclo. Luego sumó a Anthony Davis y reestructuró el club desde sus cimientos, sin temor a tomar decisiones impopulares, como prescindir de leyendas. Porque entendió que, para liderar, debía actuar con firmeza, no con nostalgia.
En 2020, los Lakers levantaron el trofeo en la burbuja de Orlando. Fue mucho más que un campeonato, fue la confirmación de que Jeanie había ganado su batalla. No solo contra sus hermanos, sino contra una liga que jamás imaginó ver a una mujer al frente de una institución como los Lakers. Hoy, Jeanie Buss no necesita presentaciones. Su liderazgo habla por ella.