Un concepto clave que apenas se menciona
Tras el grave apagón vivido este 28 de abril en España, donde el país perdió el 60% de su demanda energética en apenas cinco segundos, muchos especialistas comienzan a preguntarse si la inercia del sistema eléctrico podría haber jugado un papel determinante. Aunque aún no existe una confirmación oficial, es el momento de poner el foco en un concepto técnico vital, pero muchas veces ignorado en el debate público: la inercia eléctrica.
La inercia en un sistema eléctrico funciona como un amortiguador natural ante fluctuaciones de frecuencia. En sistemas tradicionales, centrales nucleares, hidroeléctricas o de gas aportan estabilidad gracias a sus pesadas turbinas, que giran a 50 vueltas por segundo (frecuencia estándar de 50 hertzios en Europa). Estas turbinas, debido a su gran masa y velocidad de rotación, almacenan energía cinética y, como enseñó Newton, resisten cambios bruscos de velocidad. En otras palabras: actúan como estabilizadores instantáneos del sistema eléctrico frente a alteraciones.
El desafío de un sistema cada vez más renovable
Sin embargo, las energías renovables como la solar y la eólica funcionan de manera diferente. La generación fotovoltaica no implica masas giratorias, y aunque las turbinas eólicas sí giran, no lo hacen a la frecuencia necesaria para aportar inercia significativa. Así, aunque renovables como estas son imprescindibles para un futuro energético sostenible y ofrecen enormes ventajas económicas y estratégicas, también complican el diseño y la gestión de la red eléctrica.
Cuando se depende mayoritariamente de fuentes sin inercia natural, el sistema se vuelve más vulnerable a las fluctuaciones, y cualquier incidente —una caída súbita de generación, una desconexión inesperada— puede desencadenar reacciones en cadena mucho más rápidas y violentas.

¿Está la inercia relacionada con el apagón?
De momento, no se puede afirmar que el apagón de este 28 de abril haya sido provocado por una falta de inercia en el sistema. Pero el incidente subraya una realidad: la transición energética requiere nuevas estrategias de estabilización, como el uso de baterías de respuesta rápida, volantes de inercia artificial o controladores avanzados de frecuencia.
La investigación abierta tras el apagón deberá considerar no solo los fallos técnicos inmediatos, sino también la estructura fundamental del sistema eléctrico actual, cada vez más renovable, pero también más delicado en términos de estabilidad instantánea.